Conseguir
o retener a la pareja es una de las preocupaciones más antiguas y
angustiosas del género humano. El esfuerzo por lograrlo enardece y agota
las energías de quien emprende la tarea, y la ansiedad por el éxito no
reconoce moral ni permite descanso. Pero como nada asegura que el empeño
será correspondido, en algún momento, al palidecer las esperanzas, se
hace indispensable el apoyo sobrenatural.
Sombras
o dioses del más allá serán llamados para calmar nuestro desencanto y
abrir posibilidades insospechadas en el corazón del ser amado.
No
es un recurso moderno, los griegos pensaban que incluso los dioses
necesitaban de los hechizos para inclinar en su favor la mirada deseada.
El canto catorce de la lliada nos dice que Afrodita le prestó a Hera su
cinturón mágico con el
que
seducía a mortales e inmortales. La reina de los dioses, en lugar de
utilizarlo para apaciguar la desavenencia de sus padres, como lo había
anunciado, lo usó para hacerse irresistible ante la mirada de Zeus, que
torció una vez más el éxito de las
batallas
pero esta vez a favor de los griegos, que anhelaban la conquista de
Troya. No es la única oportunidad en que un objeto mágico sirve para
inclinar el destino de los hombres o de los dioses. Debió influir cuando
las tres diosas mayores (Hera, Atenea y Afrodita) compitieron en
belleza frente a Paris, aunque la promesa de esta última de arrojar a
Helena en sus brazos pesara más que el hechizo.
Ninguno
de estos relatos era desconocido para los hombres del Renacimiento, se
divulgaron por Europa a través de las muchas versiones eruditas o usando
la vía del folklore. En España, los relatos pastoriles y la picaresca
están poblados de la presencia de amuletos y manipuladores de los
mismos, que ofrecen sus servicios para curar los males de amor.
Cuando
los conquistadores llevan sus hechizos a América se encuentran con que
mexicas e incas tenían una larguísima experiencia en tales afanes.
Hemando Ruiz de Alarcón recogió en México, de los médicos indígenas del
siglo XVII, el siguiente
conjuro para provocar el amor:
En el lugar del cerro o del espejo,
en el lugar del encuentro,
yo llamo mujer, yo canto mujer.
Aquí me aflijo; vengo a afligirme.
Ya llevo a mi hermana mayor, Xochiquétzal,
con una serpiente se viene ciñendo,
viene atándose los cabellos.
Ya ayer, ya pasado mañana
con ella lloro, con ella me aflijo.
Tal vez sea verdadera diosa,
tal vez sea verdadera potentada....
Para seguir con el ritual escríbeme a consultas@donlinobrujopactado.com
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