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sábado, 23 de noviembre de 2013

"EL SIGNIFICADO DE ENFERMEDAD Y CURACIÓN EN EL CHAMANISMO Y EN LA MEDICINA MODERNA"



 
La palabra curar, así como todos sus derivados, son términos vagamente pérfidos en la medicina moderna, en la que curandero es sinónimo de matasanos o de «evangelista untuoso y charlatán». En realidad, desde el punto de vista de la ciencia contemporánea, incluso la capacidad natural de un individuo para curar prácticamente todo trauma mental, corporal y espiritual recibe escaso reconocimiento en términos de investigación, así como tampoco se suele otorgar crédito alguno a su propia capacidad de recuperación. La remisión espontánea de una dolencia se tilda de anomalía, el efecto placebo supone un fastidio para la investigación y toda enfermedad que no se ajuste a las estadísticas es groseramente calificada de diagnóstico erróneo, remisión temporal, o simplemente histeria. Claramente, la curación no goza de popularidad.
 
 
  
En cualquier caso, ¿qué significa curar o ser curado?

Las «claves» que uno acepte como representativas de la curación varían enormemente y son distintas para cada cultura. En las culturas chamánicas tradicionales, la curación guarda escasa relación con la remisión de los síntomas físicos. Se refiere más bien a formar un todo o a armonizar con la comunidad, con el planeta y ciertamente con las circunstancias privadas de uno mismo. Esto puede ir, o no, acompañado de la curación física, e incluso cabe que el paciente fallezca, lo que inspira una enorme desconfianza, evidentemente, entre los observadores ajenos a dicha tradición. Después de todo, ¿qué clase de curanderos son esos chamanes, si sus pacientes se mueren? Sin embargo, desde el punto de vista del chamán, el curso de la vida y la muerte carece de importancia, ya que no son más que distintas experiencias a lo largo del continuo de la existencia.

Evidentemente, la actitud chamánica sugiere una definición bastante diferente de curación que aquella con la que la civilización occidental está primordialmente familiarizada, es decir la de «regresar a la normalidad», normalidadque se define culturalmente de acuerdo con unos niveles creados por los miembros de dicha sociedad. Es oportuno mencionar aquí el siguiente comentario de un curandero indio: «Con la medicina del hombre blanco, uno sólo vuelve a ser como antes; con la medicina india, uno puede llegar a ser incluso mejor».

 
 
 
No obstante, cabe destacar que el espíritu humano emerge frecuentemente victorioso, incluso del más atroz de los tratamientos médicos. En esta cultura, la gente supera creativamente las enfermedades, aprende de ellas y las trasciende. Y para el terapeuta, la posibilidad de participar en este viaje con pacientes muy excepcionales y a menudo gravemente enfermos, supone un gran don y una fuente de sabiduría. Claro que no todo el mundo es capaz o está dispuesto a hacerlo, y se suele precisar mucho apoyo para realizar el esfuerzo necesario.
 
 
 
El viaje de autotransformación
 
Existe un claro paralelismo entre el viaje de crecimiento personal que emprenden los que atraviesan una enfermedad de suma gravedad y el viaje de iniciación del curandero. Ahora estoy convencida de que, para el curandero, dicho viaje significa un progreso más o menos constante en su labor simultáneamente alegre y dolorosa de autoconcienciamiento y autodesarrollo, además de un compromiso con su misión de servicio. En las sociedades chamánicas tradicionales, se consideraba dicha transformación como parte imprescindible de la formación del curandero para el correcto ejercicio de su vocación, mientras que en la medicina moderna ha sido prácticamente olvidada. No obstante, la senda tradicional de autodescubrimiento emprendido por los curanderos indígenas durante su proceso de iniciación, cuenta con un prototipo moderno que adquiere cada día mayor popularidad. Dicho viaje transformador no sólo es compatible con la medicina moderna, sino esencial para ella. La sabiduría de la curación sólo podrá progresar si se combinan inteligentemente los mejores aspectos de todos los sistemas.
 
Utilizando mi experiencia como ejemplo, diré que el viaje de iniciación no tuvo lugar en preparación para mi trabajo sino a causa del mismo. Además, no fue una elección consciente, ni siquiera fue el deseo lo que impulsó el proceso. Existe un proverbio latino que dice «quien vaya por su propia voluntad, será guiado por los Hados; quien vaya contra su voluntad, será arrastrado por ellos». La segunda parte es la que mejor describe mi participación.
 
Ni los reconocidos métodos de la ciencia médica ni los principios de la religión moderna me fueron de gran ayuda para guiar mis pensamientos, mi investigación, o mi trabajo clínico con pacientes gravemente enfermos. La confusión, la incertidumbre, el enojo y la frustración provocaron la necesidad de aprender otras tradiciones culturales como el chamanismo, e incluso de identificarme con las mismas, ya que sólo éstas parecían capaces de inyectar cierta sabiduría en áreas de la medicina esterilizadas por la objetividad.
 
En primer lugar parecía que, en interés de la tecnología y del dogma, la medicina pasaba por alto la esencia de lo que significa ser humano. Los que padecen enfermedades crónicas y los moribundos, ambos fuera del alcance de la medicina tal como se conceptualiza en la actualidad, han sido los que más dolorosamente han sentido dicho olvido.
 
En mis primeros años de investigación, yo también presencié sucesos totalmente inexplicables según los conocimientos que poseemos sobre el cuerpo humano, o de lo que cabe esperar del tratamiento médico.2 Por ejemplo, algunos pacientes con cierto tipo de personalidad tenían mayores probabilidades de vivir más tiempo, después de un diagnóstico de enfermedad«terminal». Los análisis de sangre de dichos pacientes revelaban una asombrosa correlación entre los cambios hematológicos y los resultados de pruebas psicológicas. Era posible predecir estadísticamente la longevidad, basándose en la visión que tenían dichos pacientes cancerosos de su propia enfermedad, sus defensas y el tratamiento.3 Muchos fallecieron cuando no lo preveían las teorías vigentes. A menudo eran demasiado jóvenes o estaban excesivamente sanos, o su enfermedad, según los libros de texto, no era lo suficientemente grave como para causarles un deterioro tan rápido. El «curso biológico de la enfermedad», frase con la que se intenta describir el progreso independiente de la misma según su propia naturaleza, pasó a tener muy poco sentido.
 
Por otra parte, comprobé que algunos pacientes a quienes se había administrado los últimos sacramentos se recuperaban, reincorporándose a una vida satisfactoria y productiva, También he sido testigo del milagro de vidas gratificantes bajo las más traumáticas limitaciones físicas y del milagro de aquellos que avanzan hacia la etapa final de esta vida con toda conciencia y claridad. En todos los casos, estas curaciones aparentemente milagrosas podían ser atribuidas a recursos internos mentales y espirituales. Estos sucesos son excepcionales, pero el hecho de que ocurran merece estudio y consideración.
 
 
 
 
El significado de enfermedad en el chamanismo y en la medicina moderna
 
Toda enfermedad, esté clasificada por el sistema occidental como mental o como física, está dotada de unas características verdaderamente extrañas. Por ejemplo, uno raramente se encuentra con ningún caso «clásico». Los diagnósticos se realizan de acuerdo con un conjunto de síntomas semejantes los manifestados por otros individuos y a los que se ha otorgado un nombre. Dichos diagnósticos son frecuentemente arbitrarios, pero parecen contentar a la gente. El doctor se alegra de haber identificado algo y el paciente de que lo que padece sea «real»y tenga un nombre.
 
Sin embargo, la verdad es que cada cuerpo/mente/espíritu parece responder de un modo único a la vida interior y exterior, estrechándose o ampliándose por aquí o por allá. Sugiero que, además del sistema típicamente occidental, existen otras formas de ver la enfermedad, más adecuadas para la identificación de sus causas. El énfasis chamánico en los conceptos clave de discordancia, miedo y pérdida del alma es una de esas formas.
 
Por ejemplo, los chamanes hace tiempo que reconocieron que la enfermedad es inevitable si la vida pierde significado y uno olvida la sensación de pertenencia y de conexión (discordancia). Asimismo, una sensación crónica de miedo hace que el individuo pierda el amor, la alegría y la confianza, cimientos básicos de la salud, sin los cuales la propia fuerza de la vida parece comenzar a retirarse del cuerpo. Las inferencias de estos diagnósticos chamánicos aparecen desparramadas a lo largo de este capítulo. Ambas, a su vez, se manifiestan en las enfermedades identificables en la medicina occidental. Así pues, los síntomas que, a nuestro entender, representan la enfermedad, puede que sean simplemente los epifenómenos de problemas mucho más básicos.
 
La pérdida del alma, por otra parte, se considera como el diagnóstico más grave en la nomenclatura chamánica, ya que se cree la causa principal de la enfermedad y de la muerte. Sin embargo, no se menciona en absoluto en los libros de medicina occidental moderna. No obstante, cada día está más claro que lo que los chamanes denominan pérdida del alma, es decir una lesión en el centro inviolable que es la esencia de la persona, se manifiesta como desolación, deterioro inmunológico, cáncer y muchas otras enfermedades de suma gravedad. Esto parece ocurrir después de algún grave fracaso sentimental, profesional, o algún otro tipo de ruptura significativa.

 
 
 
 

El curador herido y la imaginación
 
Existe un vínculo invisible de poder entre el curador herido y el curado. Dicho vínculo constituye la esencia del trabajo del curador. Todo lo demás, los rituales, instrumentos, las maniobras médicas del cuerpo y manipulaciones de la mente, son meros recuerdos del proceso divino. Los chamanes lo saben perfectamente y refuerzan el vínculo con su ritual. Hay quien lo denomina amor. Emana del deseo de convertir y convertirse en sano o completo.
 
 
Como seres humanos que avanzamos a trompicones por la senda de la perfección, hemos invertido nuestra fe en lo que nuestros sentidos nos indican que es real. En nuestra sociedad es real la cirugía, los medicamentos y, hasta cierto punto, las vitaminas y la acupuntura. Para las culturas chamánicas, por otra parte, lo real son los tambores, la succión de objetos y los cristales. Todo ello tiene cierta energía, a menudo bastante sutil, que es percibida por los sentidos y, por consiguiente, determina cierto cambio físico. Sin embargo, además del poder de los sentidos, los chamanes reconocen el poder de la imaginación.
 
El curador herido, aquel hombre o mujer conocedor del paisaje del reino espiritual, facilita el momento de la unión entre el curador y el curado, alcanzando las dimensiones interiores del espíritu con su propia imaginación. De este modo, mostrándole el camino, el curador ayuda al curado a recordar lo olvidado.
 
El chamán que viaja por el mundo del espíritu, conoce a fondo el mundo de la imaginación, la imaginación genera el más atroz de los dolores, paraliza y mata con la certeza de un despiadado asesino. Son incontables los casos de gente que fallece, no a causa de su enfermedad, sino del miedo. Buscan apoyo, respuestas que les orienten en su viaje a través de la enfermedad, pero con demasiada frecuencia no las encuentran.
 
La imaginación es también el mayor recurso curativo. No hay nada escrito en la historia de la medicina, ni en los descubrimientos de la ciencia moderna, que lo contradiga. La información que poseemos sobre la salud y la enfermedad se debe en mayor grado a los sueños, las visiones y otros productos de la imaginación, que a cualquier otro fenómeno.
 
La asociación íntima, y en realidad inseparable, que existe entre la mente y el cuerpo, no sólo permite que se realice un diagnóstico exquisito, sino que se ejerza un control fisiológico. Ningún pensamiento deja de marcar corporalmente; ninguna señal neuroquímica tiene lugar sin ser registrada por la mente.
 
Los instrumentos destinados a utilizar la imaginación con propósitos curativos y diagnósticos reciben muchos nombres distintos. Pueden ser conocidos como hipnosis, trance, meditación, viajes, imaginería, u oración. Sea cual fuere su nombre, lo que se precisa es modificar el concienciamiento, para poder oír de un modo intuitivo los mensajes procedentes del propio complejo cuerpo/mente/espíritu. El cambio permite una comunicación con una mente universal, un poder superior, un inconsciente colectivo, o con lo que yazca en el interior: aquello que da sentido, substancia y orientación a la vida.
 
La investigación procedente de numerosos campos perfectamente verosímiles sugiere que la imaginación puede influir en la actividad de los procesos corporales, o incluso dirigirla. Puede que esto sólo ocurra con gran esfuerzo y mucha práctica, y cuando el mensaje es transmitido repetidamente con suma precisión. Parece ser de una importancia relativamente insignificante que las imágenes correspondan, según los libros de texto, a la realidad común. Lo necesario es la precisión de la dinámica en un sentido sano. Esto exige cierta apreciación de la realidad biológica y fisiológica, aunque la forma del mensaje dirigido al cuerpo sea eminentemente simbólica.
 
Existe, todavía, otra forma en la que cura la imaginación, consistente en entrar en un momento en el que se sienta la verdad extática de ser absoluta y totalmente inseparable de todos los demás aspectos de la creación. Dicho momento en sí constituye la definición y el propósito de la curación. En algunos casos desaparecen los problemas físicos y en otros el paciente fallece. De un modo u otro, en el instante de conexión, de unión, tiene lugar la curación.
 
 
 
 

El poder de los símbolos
 

El poder curativo de los símbolos externos, ya sean de origen chamánico o alopático occidental, crece y decrece. Existe un viejo chiste en la profesión médica, según el cual los medicamentos y las técnicas quirúrgicas deberían usarse con frecuencia cuando son nuevos, porque después de cierto tiempo en el mercado pierden su eficacia; es cierto. Por consiguiente, a nadie deberían asombrarle los espectaculares descubrimientos que constantemente se dan a conocer como remedios contra el SIDA y el cáncer, con resultados decepcionantes después de las primeras pruebas clínicas, la correspondiente turbación de los investigadores y la frustración del público.
 

Después de años de observación de quienes reciben tratamientos convencionales de medicina occidental y quienes han elegido tratamientos alternativos, parece factible llegar a la conclusión de que todo puede curar o no hacerlo. He visto pacientes que se han recuperado después de ser sometidos a quimioterapia contra el cáncer, que ha estado a punto de costarles la vida, otros que lo han hecho después de «abrir y cerrar» (es decir, cirugía exploratoria que ha revelado un estado excesivamente avanzado de la enfermedad para justificar una extirpación), y a otros que lo han logrado después de estar a punto de morir de hambre, siguiendo algún extraño régimen difícilmente tolerable.
 

La esposa de un doctor a quien conocí, recibía la mejor atención médica para un cáncer óseo que la deterioraba progresivamente, hasta que su oncólogo le sugirió que probara cualquier cosa, porque él ya no podía ayudarla. Así lo hizo, acudiendo incluso a un vidente, y volvió sin rastro alguno de la enfermedad. ¡El oncólogo estaba furioso!
 

Por otra parte, una mujer que acudió a mí para que la ayudara con técnicas de imaginería contra el cáncer, se había negado a tomar un medicamento reductor de estrógeno que le habían recetado para sus tumores, que se «alimentaban» de estrógeno. En su lugar, había adoptado un tratamiento que incluía un régimen alimenticio macrobiótico, meditación profunda y estudios con un gurú, que curaba con colores, además de un adivino que colgaba un péndulo sobre sus muestras de sangre. Sus tumores se siguieron desarrollando hasta que por fin se sometió a la medicina moderna, cuando empezaron a decrecer. Una vez más, todo o nada se cura, según el poder invertido en el símbolo. Ha llegado sobradamente el momento de investigar este misterio y con toda probabilidad, el SIDA y el cáncer nos conducirán penosamente a la verdad.
 
 
 
El papel del curador herido en la actualidad
 
Si, como lo he venido sugiriendo, la curación es una decisión personal por parte del paciente y el poder procede enteramente del interior, ¿cuál es la función del curador y cómo puede éste evaluar su propio éxito?
Supongo que con cierta tristeza y sin falsa modestia, debo afirmar que soy incapaz de forzar una curación. Ni siquiera puedo acceder consistentemente a mis propios mecanismos curativos. Todos tenemos mucho que aprender. A fin de cuentas, el «milagro» de la curación, la solución de los complejos problemas de la enfermedad, tanto física como mental, tal como los conocemos, así como el punto de la trascendencia, es algo que debemos definir, buscar y alcanzar individualmente.
Podemos aprender muchísimo del chamanismo, especialmente respecto a la más difícil de las lecciones para los que nos dedicamos profesionalmente a ayudar a los demás: aprender a respetar la singularidad de la senda de cada individuo. Cabe la posibilidad de que no existan dos enfermedades, ni su propósito en la vida del paciente, que sean exactamente iguales. No obstante, emergen ciertas líneas generales. En primer lugar, existen técnicas respetables y eficaces en todo sistema curativo, tanto el del chamán como el del médico occidental, trazadas para aliviar el sufrimiento y facilitar el proceso natural de curación. Pero sea cual fuere el método de tratamiento, debe utilizarse con compasión y buen juicio profesional.
Así pues, en el papel curativo moderno, con todas sus limitaciones, nada le impide a uno tocar, rezar y facilitar las transiciones. Podemos compartir el conocimiento que recibimos de nuestros pacientes, de nuestros colegas y de nuestras mentes inquietas y torturadas, a fin de facilitar el viaje de autotransformación que hemos emprendido, y en el que debe basarse nuestra práctica curativa.
En mis estudios, tanto del paradigma chamánico como del occidental, coincido con la curandera senneca, Twylah Nitsch, que sugiere que en dicho viaje existen cuatro orientaciones a las que el curador debe aspirar: 
1) ¿Soy feliz en lo que hago? 2) ¿En qué contribuyo a la confusión? 3) ¿Qué estoy haciendo en pos de la paz y de la satisfacción? 4) ¿Cómo se me recordará, en la ausencia y en la muerte?
La primera pregunta hace referencia a lo básicamente apropiado o inapropiado de la vocación o «llamada» personal del curador: ¿satisface su profesión las necesidades más profundas de su alma? Sin dicha satisfacción, como lo han reconocido los chamanes, se sentirán carcomidos por una sensación de frustración que absorberá ineludiblemente su energía, conduciéndoles finalmente al fracaso y posiblemente al desastre. De ahí su importancia primordial.
Las preguntas segunda y tercera hacen referencia a la capacidad y eficacia del individuo: ¿puedo ayudar realmente al paciente a alcanzar una mayor claridad de concienciamiento que le permita aprender las lecciones necesarias de su enfermedad para lograr paz y plenitud? O, por otra parte, ¿estoy simplemente aumentando la confusión y el sufrimiento del paciente? Evidentemente, la respuesta a esta pregunta es también de suma importancia.
La cuarta cuestión concierne al juicio de la comunidad: ¿estoy realizando una contribución lo suficientemente significativa como para que se me recuerde cuando ya no esté presente? No olvidemos que es el interés de la comunidad en su conjunto, además del de cada uno de sus miembros, el que el chamán se compromete a servir. Por consiguiente, es importante tener en cuenta el juicio de los demás. Además, sin su apoyo, reconocimiento y aliento, su trabajo como curador carecerá de una importante fuente de poder.

sábado, 9 de noviembre de 2013



LA COCA, PLANTA MAGICA Y MEDICINAL (Erythroxylon coca)






 
La Coca es la planta base de la que se extrae una de las drogas más peligrosa: La cocaína. Esto ha hecho que se forme en torno a su nombre una leyenda negra contra la que resulta muy difícil luchar al pueblo andino, gran conocedor desde tiempos inmemoriales de las propiedades mágicas y medicinales de esta planta, considerada y no sin motivo, planta sagrada para ellos y a la que deben sin duda buena parte de su supervivencia, de su salud, de su capacidad de adaptación al medio ambiente y a su espiritualidad.


Se cumplió en ella la maldición que los dioses predijeron cuando se la entregaron para ayudarles en el camino de la vida. La llegada del hombre blanco y su avaricia, acabaría no solo con la espiritualidad de la mágica planta y con la salud que ella proporciona, también ha hecho de ella al manipularla un producto deleznable, capaz de acabar con la vida de sus adeptos, como si se tratara de una maléfica secta que roba la mente y convierte al humano en el más carroñero de los animales.


No voy a hablar aquí de cocaína, no nos confundamos. Eso lo dejo para algunos de los médicos que apoyan las manipulaciones de los laboratorios de esta y cualquier otra planta a la que miserablemente y por afanes económicos transforman de manera tal, que en vez de restaurar y equilibrar nuestra salud, lo que hacen es destruirla de todas las maneras posibles. Voy a hablar aquí de la Coca, la planta sagrada que fue entregada por los dioses por su infinita misericordia al hombre, para ayudarle, alimentarle y hacer más fácil su difícil y breve estancia en esta vida.


Cuenta una leyenda Inca de los tiempos de la conquista, que cuando los blancos destruían ciudades y saqueaban los templos dominaron a los nativos quienes desesperados retrocedían en busca de refugios en las laderas de las montañas. 


En estos momentos evocaban la protección de sus dioses Inti (sol) y Quilla (luna) y se apresuraban a poner a resguardo las riquezas del Imperio, que se confiaron a un anciano sacerdote. Este fue tomado prisionero y sometido a tortura por el invasor para que confesase donde se había escondido el inmenso tesoro, sin obtener ninguna palabra de su boca. Fue entonces cuando apareció la misteriosa Quilla, quién susurró al anciano diciéndole:
 
Supremo sacerdote, me envía Inti, tu Dios, para salvarte porque has sabido guardar los tesoros de nuestro pueblo, nuestra religión y has sido fiel a nuestra raza. En recompensa pide lo que quieras que te será concedido.

Este meditó unos momentos y respondió: 
 
Oh diosa! protectora nada te pediré para mí, pero sí para mi raza vencida, no te pido ni armas, ni riquezas, danos un bien con el cual podamos soportar tal sometimiento y que a su vez ese bien en manos del enemigo se transforme en un mal, en un peligro para su raza opresora. 
 
Entonces Quilla le respondió:
 
Fiel servidor mira hacia atrás ahora sigue con tu mirada el destello de luz que se ha detenido en esa planta de hojas verdes y ovaladas. Presta atención a ella, Inti le ha otorgado una secreta virtud, la de adormecer penas y mitigar fatigas.



Que tu raza arranque sus hojas y las mastiquen, su jugo será el mejor remedio para soportar todo sufrimiento y si la raza invasora los imita tendrá su castigo. Su jugo que para nosotros es vida, para ellos significara la muerte, un vicio repugnante que al cabo de un tiempo aniquilará su raza. 
 
A la mañana siguiente el Anciano llamó al grupo que lo acompañaba y les dijo: por voluntad de nuestros dioses en estos cerros ha nacido esta planta llamada COCA, les contó sus beneficios y también les dijo que si querían saber los secretos del destino bastará tomar un puñado de ella y arrojándola al viento la dirección que tomen sus hojas marcará el rumbo del bien, cuando el invasor de nuestra raza quiera sacar igual provecho sufrirá un castigo. 
 
Así nació la planta de la Coca, regalo divino, elemento mágico de rituales del pueblo andino.


 
Aunque es una preciosa leyenda, puede ser que proceda de mucho tiempo antes de la conquista española, ya que desde el principio de los tiempos, en el caso de los Incas hablamos de un período de 5.000 años, los “hombres medicina”, es decir, chamanes, sanadores y curanderos, han empleado la coca como planta medicinal.

 
No hace muchos años, cerca de Cuzco, en el norte de Perú, los arqueólogos descubrieron restos de momias de la cultura moché que existió entre los siglos II y X.


 
En el ajuar funerario de las mismas, había bolsitas de piel conteniendo hojas de coca y las mismas hojas también se encontraban dentro de su boca. Esto se debe a la creencia de que si el enfermo moría masticando hojas de coca encontraría sin dificultad el camino al paraíso.

 

Aún hoy se mantiene esta creencia, es más, en los entierros y funerales los amigos y familiares del fallecido, mascan hojas de coca ya que es esta la manera de identificarse y formar una unidad con el fallecido.


En el altiplano Andino, se tiene la creencia de que el Cielo y la Tierra no están separados, ya que la coca es la planta mágica que los mantiene unidos. Es por eso, que adivinos, chamanes, brujos…utilizan los tres quintos de coca (tres hojas) para hacer sus predicciones. Una hoja para el Sol, una segunda para el hombre y la tercera para la pachamama tierra, es la ofrenda que constituye el vínculo de los dioses y los humanos.


Pero la coca no es sólo un vínculo espiritual para el andino, es la medicina por excelencia. Y esto no es porque ellos lo piensen así, es algo totalmente demostrado en los análisis químicos efectuados a esta planta. De ellos podemos deducir que las hojas de la coca tienen un alto valor nutricional: 100 gramos de hoja de coca (que suele ser la cantidad media consumida diariamente por la gente del altiplano andino) contienen 300 calorías que es el equivalente a una comida occidental no saturada de grasas pero capaz de cubrir las necesidades diarias de una persona en cuanto a calorías, fósforo, calcio, hierro, vitamina A y vitamina B. 

La Organización Mundial de la Salud ha admitido que no hay ningún efecto negativo en el uso de la hoja de coca, tomada tanto en infusión como en masticación.


 
A esto deberíamos añadir que para el pueblo andino, que en la antigüedad no conocían el uso de los productos lácteos, (algo que hicieron a partir de los tiempos de la conquista) la coca, fue quién suministró el aporte necesario de calcio, sobre todo a las mujeres en períodos de embarazos y lactancia. Y no solo eso, las hojas de coca masticadas, favorecen la quema de hidratos de carbono procedentes de la patata, alimento básico de los indígenas y ayuda a la absorción del oxígeno, principal problema de las personas que viven en las alturas.
 
Facilitar estas funciones, es lo que ha ayudado desde tiempos inmemoriales a la existencia de esta cultura, que de no haber tenido los recursos de esta planta no habrían podido sobrevivir.


La manera de ingerir la coca para que la planta actúe en el organismo, es simplemente masticar sus hojas hasta formar una bola. El mismo jugo de la planta es el que provoca un efecto narcótico que elimina los dolores, provoca excitación y calma el hambre. Este efecto se vé potenciado si se le mezcla un agente alcalino.
 
Los andinos piensan que la coca antes era una mujer, y que su gran instinto maternal la hizo convertirse en planta para alimentar a sus hijos, algo que sin duda ha cumplido. 
 
Es una verdadera desgracia que el “avance” de algunos, esté destruyendo a la madre, a su espíritu, a una forma de vida, a una civilización milenaria y a una parte de la humanidad.


El cultivo de la Coca es muy fácil, ya que las semillas germinan con facilidad y rapidez en los terrenos más pobres y de los que se sacan hasta tres cosechas anuales. Esto hizo una fuente de ingresos que ha permitido a sus cosechadores vivir con desahogo. Desde la prohibición del cultivo por parte de los Estados Unidos, no solo han perdido su medicina y parte de su espiritualidad, también les han robado su fuente de recursos económicos y viven en la miseria.
 

viernes, 8 de noviembre de 2013

DIFERENCIAS ENTRE CHAMANES, BRUJOS Y HECHICEROS




Los magos y los hechiceros trabajan los reinos de la alquimia de la magia. Las brujas y los brujos extraen energía de la naturaleza para hacer magia. Los brujos exploran otros reinos para obtener poder para fines personales. Los magos, hechiceros y brujos no son chamanes. Sin embargo, los chamanes pueden hacer magia al servicio de sus comunidades.


Magos y hechiceros realizan ilusiones, juegos de manos, incluso algunos llegan a practicar la magia alquímica.  Intentan atraer el poder de los espíritus de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego, agua, de los espíritus elementales, tales como cuevas, rocas, estrellas, o árboles, de las fuerzas de la naturaleza de los espíritus del tótem, y de espíritus de fallecidos.


Los magos y hechiceros son practicantes de la magia. Sus conocimientos son aprendidos de otros magos y hechiceros y el poder que consiguen proviene de esa información.
Las brujas y los brujos se basan en los espíritus de la naturaleza y las energías del universo para servir a sus propias intenciones, que puede ser benévola o malévola. Los chamanes trabajan con estas mismas energías, pero su intención es renunciar a la dirección de espíritu y las energías del universo para servir a las necesidades de los demás.
Los Wiccas (Brujos contemporáneos) ponen un énfasis especial en la energía femenina y  trabajan en conjunto con sus dioses y diosas.




A diferencia de los brujos, los chamanes no hacen hincapié en un tipo de energía sobre otro, ya que trabajan para equilibrar todas las energías en las dimensiones donde se mueven.


Realmente no hay divisiones en dualidades tales como masculino y femenino. Los chamanes pueden trabajar, como las brujas hacen, ingiriendo sustancias alucinógenas reconocidas por su cultura. Sin embargo, ellos generalmente no contactan con dioses y diosas.




Los brujos trabajan entre los reinos de los mundos físico y espiritual al igual que el chamán, sobre la base de la ayuda de los espíritus y las energías que allí se encuentran.

Los brujos sin embargo, exploran otros campos en la búsqueda de poder personal para fines personales. La intención del chamán es siempre para servir a los demás.

La intención de las acciones de un brujo puede ser malévola o benévola. Cuando los chamanes utilizan sus habilidades y su relación con los espíritus para  ayudar a fines malévolos, es que han cruzado la línea de la brujería.




Los chamanes son conscientes de lo fácil y peligroso que es cruzar esa línea y hacer daño con cualquiera de sus técnicas de curación. Hubo y hay chamanes que practicaban la brujería.


Es posible que tomen esa decisión para ayudar en las necesidades de su  cultura.  También podría ser para defender y proteger a la comunidad de sus enemigos o porque ellos mismos permiten dejarse seducir por la ilusión de su propio poder absoluto. La mayoría de los chamanes optan por no convertirse en hechiceros,  renuncian a emplear su poder para causas personales, y es por eso que el mago no puede ser considerado un chamán.





Médiums y psíquicos


Otros profesionales que  también se han confundido con los chamanes.




En las prácticas chamánicas se incluye la mediumnidad   y los poderes psíquicos. A través de la posesión, permiten a los espíritus utilizar sus cuerpos como vehículos para transmitir información, oráculos, profecías y revelaciones del futuro, por lo que utilizan los estados de trance u otras prácticas adivinatorias para acceder a la información del mundo espiritual de los sacerdotes, y curanderos.


Los médiums, adivinos, sacerdotes y curanderos no son chamanes. Sin embargo, los chamanes pueden llevar a cabo la adivinación, para guiar en la dirección espiritual correcta a la comunidad, y llevar a cabo sus actos de curación.




Los chamanes son expertos en la posesión de los espíritus. Esto significa que controlan su propia entrada y salida del estado trance de posesión. Pueden hacer ambas cosas y de esa manera pueden evitar a los enfermos psíquicos o malos espíritus que pueden deslizarse, sin querer y sin control, en los estados de posesión, y por los que los principiantes que aún no pueden controlar el estado de trance, son poseídos.


Por otra parte, la habilidad y la disciplina son necesarias para utilizar la presencia de espíritu adquirida desde el estado posesión. Es esta oportunidad de utilizar la presencia de espíritu, el propósito de la posesión intencional tanto para el medium como para el chamán.


Los chamanes usan estos trances intencionales de posesión para encarnar a los espíritus de ayuda. Esto les permite en la realidad ordinaria llevar a cabo los servicios tradicionales de extracciones (extracción de intrusiones espirituales en el cuerpo), limpieza (eliminación de las energías nocivas del cuerpo), y la adivinación (el arte de buscar información en las fuentes sobrenaturales).






Por ejemplo, el tumung Nepal (chamán) encarna al espíritu tigre para realizar curaciones de extracción. El houngan (chamán) de Haití está abierto a ser "montado (Poseído) "por los loas” (espíritus) para hacer su trabajo. Los chamanes  escandinavos proporcionan el acceso a la sabiduría de su diosa Freiya diosa al entrar en trance, viajan a su casa en el reino espiritual, que encarna allí, y vuelven  a la realidad ordinaria. Freiya es la diosa que permite a los miembros de la comunidad hacer preguntas. Estos son sólo algunos ejemplos de cómo los chamanes utilizan la posesión con la intención de servir a su comunidad.





Hay una clara distinción entre los chamanes y los médiums,  tanto para la posesión como su uso, para el chamán es un medio para conectar con el espíritu y obtener información para los demás.


La principal diferencia es la acción. Ambos han desarrollado la disciplina necesaria para utilizar la presencia del espíritu de adivinación. Sin embargo, el chamán también actúa en este estado alterado para mover las energías del plano físico al mundo espiritual con un fin en particular, como la eliminación de un espíritu dañino en un exorcismo o quitar la energía bloqueada de un tumor en una extracción. En contraste, los mediums son canales conscientes o inconscientes para que el espíritu hable a través de ellos y no para actuar y utilizar estos estados en beneficio de los demás.






Los chamanes entran en una amplia gama de estados alterados de conciencia a lo largo de una sesión. No sería raro que un chamán encarnara un espíritu para ayudar en un trabajo de extracción y luego viaje a los reinos espirituales para encontrar una parte de alma perdida en un solo período de sesiones. Por lo tanto es importante entender que aunque los chamanes funcionan a veces como mediums, esto no les impide ser considerados chamanes.


Sin embargo, la mediumnidad por sí sola no hace al individuo a un chamán. Los chamanes son potencialmente mediums, sin embargo, todos los mediums no son los chamanes.